El principio del funcionamiento del turbocompresor radica en el uso de los gases de escape del motor para generar presión que alimenta un compresor y una turbina. Como regla general, se utilizan en los motores que requieren un alto rendimiento, como los camiones y maquinaria pesada, y también en la navegación.
Este dispositivo se hizo popular a principios de los años 80. Sin embargo, su invención fue realizada en 1885, cuando Gottlieb Daimler desarrolló el motor de inducción forzada por aire. Hacia 1920, los motores con turbocompresores aparecieron tanto en los coches de carreras y como en los motores de aeronaves que se utilizaron durante la Segunda Guerra Mundial.
El gran número de turbrocompresores a veces dificulta la elección del mismo, por lo cual, el conductor debe consultar previamente con un mecánico para que le aconseje elegir uno entre una amplia selección de turbocompresores destinados para coches con características distintas.
Cuando se detecta una avería del turbocompresor, normalmente, los mecánicos lo desmontan sin haber realizado la inspección completa del motor. Quizá lo que falla no es el turbocompresor sino el motor.
En la mayoría de los casos son problemas que se caracterizan por:
1. El motor no alcanza su máxima capacidad;
2. Sale el humo negro del tubo de escape;
3. Sale el humo azul del tubo de escape;
4. El aumento del consumo del aceite;
5. El funcionamiento demasiado ruidoso del turbocompresor.
Una vez se detecta uno de estos problemas, el conductor debe acudir a un taller para que se realice la inspección técnica no sólo del turbocompresor sino del motor también. Si después de la inspección se determina que la avería la tiene el turbocompresor, el mismo propietario del coche puede participar en la búsqueda del turbocompresor que le interesa y elegir uno de acuerdo con las características de su automóvil.
La compra se convierte en un placer porque en solo un click es fácil y rápido elegir la pieza, añadirla en la cesta de comprar y pronto recibirla a domicilio.
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